Ese es el comportamiento del nuevo consumidor. Compartir está de moda. Por eso, no es de extrañar que la mayoría de las páginas de los anunciantes en la red cuenten con un icono invitando a compartir el contenido. Pero en realidad, el mensaje de las marcas es “consume y luego comparte para que otros consuman”. ¿Y si se le invitaran a consumir menos y simplemente compartir más?
Para muchos esto va contra todo principio de marketing, pero es la forma en la que la gente consume hoy en día, principalmente gracias a la nueva web social. Vivimos en la era del consumo colaborativo, en la que se posee menos y se comparte más. No se trata sólo de compartir música o series de televisión en internet. Se trata de vender vitaminas o bolsos de diseño, se está comprobando que las ventas aumentan si se invita a la gente a compartir.
Un ejemplo de ello es la tendencia a compartir el coche. Ya hay incluso compañías que se dedican a promover esta iniciativa, como ZipCar. No se trata de comprar coches ni de alquilarlos, sino de compartirlo con los vecinos o aquellas personas que se muevan por la misma zona. También están los que comparten alguna parte de su casa con turistas que buscan alternativas a pagar un hotel. También hay compañías que se dedican a gestionar esto, como AirBnB. Otras iniciativas como NeighborGoods permiten a los consumidores a ponerse en contacto para prestarse productos que sólo utilizarán una vez y, por lo tanto, no es necesario comprarlos, como un DVD, por ejemplo.
Esto podría romper el ciclo de consumo y estancar el desarrollo de los productos. Si la gente no compra, las empresas no tendrán el suficiente dinero como para invertir en crear o mejorar productos. Pero existen razones para creer que el consumo colaborativo puede también beneficiar a las pequeñas empresas:
Cuando la gente no consume cosas que no necesita, tiene más dinero para gastar en aquello que antes no hubiera podido comprar. Una familia no necesita gastar su dinero en un taladro potente porque puede compartir uno. El dinero que se ahorra puede emplearlo en comprar arte, por ejemplo.
Las personas apreciarán más lo que compran. La obra de arte que puede comprar esa familia adquirirá más valor aunque cueste menos que una lavadora. Los negocios locales pueden explotar esto, ya que son mucho más cercanos y de trato directo con el consumidor, añadiendo un valor más allá del monetario.
Si las personas saben que una cosa no se irá a la basura, estará más propensos a comprarla. Incluso la persona más superficial siente algo de culpa cuando está a punto de comprar un producto y piensa que sólo lo utilizará tres veces, así que la mayoría de la gente no lo compra.
Fuente: marketingdirecto
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